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viernes, 31 de agosto de 2012

Ni emboscada ni intento de homicidio en Tres Marías

Distrito Federal.- El testimonio del servidor público secuestrado la tarde del jueves de la semana pasada en el área de Tres Marías (Morelos), donde al día siguiente ocurrió la persecución y nutrido balaceo a la camioneta con placas diplomáticas en que sus tres ocupantes por poco pierden la vida, pulveriza la provocadora versión de la embajada estadunidense sobre una probable “emboscada” y corrobora que los policías federales, que dejaron como coladera el vehículo y causaron heridas a los dos “instructores” extranjeros, no cometieron el delito de “tentativa de homicidio”.

Se trata de Salvador Vidal Flores Pérez, funcionario del Instituto Nacional de Antropología e Historia, quien, confiado en las instituciones y de temple poco común, quiso no solamente denunciar lo que le sucedió, sino asegurarse de que la Procuraduría General de la República conociera su testimonio, lo que puede significar no la liberación inmediata de los 12 agentes que se encuentran arraigados, pero sí, al menos, el aligeramiento de su situación jurídica.

A la reducción de elementos inculpatorios contra los 12 policías contribuye el hecho de que los dos estadunidenses (heridos cada uno al parecer de un balazo, uno en una pierna y el otro en una mano) no hicieron declaración ministerial alguna, no forman parte del personal diplomático acreditado en la Secretaría de Relaciones Exteriores, su identidad se mantiene en el misterio (todo apunta a que son “contratistas” de la Agencia Central de Inteligencia) y fueron, casi de inmediato, sacados del país y trasladados al suyo.

NO LLEGÓ A LA REUNIÓN CON EL EMP

Luego de la tarde de perros a la que sobrevivió Salvador mientras estuvo a merced de sus secuestradores y de que gran parte de la noche la pasara bajo el resguardo de esos mismos policías, fue hacia las dos de la tarde del funesto viernes cuando por los medios y el escándalo se enteró de que sus protectores estaban siendo señalados como eventuales gatilleros del crimen organizado.

Salvador, sin embargo, manifestó a la PGR que esos agentes “se jugaron el pellejo” por él en cuanto supieron de su calvario gracias a que, en cuanto y junto con otra víctima de secuestro, fue liberado y acudió a la estación de la PF cercana a una ciclopista para levantar la denuncia de lo que le pasó:

De Tepoztlán salió la mañana de ese jueves a una reunión en el Museo Nacional de Antropología para coordinar con el Estado Mayor Presidencial un acto al que asistiría Felipe Calderón y, cuando conducía por donde hay un lote de grúas, una gasolinera y un establecimiento de Sony, se le cerró un automóvil, del que dos hombres encapuchados bajaron y lo amagaron con sus pistolas para que se pasara al asiento de atrás de su propio Passat.

Lo mantuvieron encerrado en su vehículo y le hicieron quitarse la corbata para ver si llevaba cadenas; lo despojaron de un anillo, cinco mil pesos, su reloj y aparatos celulares; sus tarjetas de Bancomer y Banorte (y le hicieron dar sus nips).

Sus captores le dijeron que estaría con ellos dos o tres meses y le dijeron que pedirían por él un millón de pesos, pero que podrían liberarlo por 200 mil.

Hablaron desde su propia Blackberry tres veces con su esposa y se la pasaban para que hablara con ella. Perdió la noción del tiempo y quizá después de la medianoche (siempre vendado de los ojos) lo sacaron de su coche y lo metieron en otro, donde sintió que había alguien más.

Estaban en las mismas circunstancias y el otro le confesó estar muy asustado. Les dijeron que se callaran, porque los iban a “chingar”, y les ordenaron caminar y descubrirse cuando los delincuentes les dieran la instrucción.

Uno, dos minutos después, cuando caminaban por un camino de pavimento deteriorado en el que crece el pasto, el otro secuestrado le dijo que se quitara ya lo que tapaba sus ojos y se dio cuenta de que nadie los estaba siguiendo.

Vieron un Tsuru. Salvador sugirió preguntarle al conductor cómo salir de la zona, pero quien llegaba resultó ser cuñado de su compañero plagiado y había pagado el rescate (lo acababa de entregar).

Fue así como llegó a la estación de la PF, habló con dos policías, les dijo lo que había padecido, les pidió lo dejaran ir a orinar y les manifestó querer levantar una denuncia.

En seguida llegaron varia patrullas. Los policías se pusieron chalecos antibalas y le preguntaron si quería hacer un recorrido con ellos para hacer un reconocimiento y, quizá, dar con los secuestradores.

Ante el Ministerio Público Federal remarcó creer en las instituciones y hasta comentó que prefiere ir a un hospital público que acudir a uno privado pero, sobre todo, quiso decirle que los policías arraigados trabajaron en todo momento como debe ser.

DENUNCIAS Y PARTES

El 23 de agosto, a las 20:30, la Policía Ministerial Investigadora de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México levantó esta Acta de Entrevista FLP/448/2012:

Que el día 23 de agosto del año en curso recibí una llamada (…). “Te voy a pasar a alguien” (…), “¿es usted su esposa?”, y me dijo que quería negociar y llegar a un trato con $200,000.00 y le respondí que no tenía esa cantidad (…) y me dijo: “Tienes media hora para resolverlo” (…) , colgué inmediatamente para después recibir la segunda llamada preguntándome: “¿Cómo va?”, y le ofrecí la documentación del Passat y le solicité que me comunicara con él, me lo pasaron (…) “Ya lo vamos a liberar, lo va a llevar otra persona” (…), cuestión que yo dudé (…).

Es parte de la declaración de la esposa de Salvador Vidal Flores Pérez, en la que se lee que de pronto entra otra llamada:

“… del comandante Vargas de la Policía Federal; me pasa al teléfono a mi esposo diciéndome que estaba con la policía, “ya me soltaron”, dándome la indicación de no contestar ninguna llamada telefónica…

Esta denuncia, presentada en la Procuraduría de Morelos el jueves anterior al incidente de la camioneta de la embajada estadunidense, fortalece la versión de que la PF, al estar en conocimiento del secuestro, andaba por las inmediaciones en búsqueda de un grupo de delincuentes cuando sobrevino lo que, a todas luces, fue una desventurada confusión.

UNIFORMADOS TODOS

Los 12 policías arraigados, efectivamente, estuvieron implicados en el baleo a la camioneta. Cinco no dispararon, pero los demás lo hicieron.

Todo comenzó cuando dos de ellos, viajando en un Chevy “civil” o sin identidad oficial, pero propiedad de la PF, debidamente uniformados, mostrando sus armas, intentaron que el conductor de la camioneta de la embajada se detuviera.

En el mundo, cualquier vehículo diplomático puede ser detenido por una autoridad (en Estados Unidos es común que lo hagan policías vestidos de civil y en vehículos sin identificación: bastan sus chapas correspondientes).

Sin embargo, con la situación que se vive en México a causa del crimen organizado, nadie puede confiar en que un policía lo sea, como en el caso Tres Marías, tan solo porque quienes ordenan que se detenga alguien porten sus uniformes.

Los baleados y los federales, pues, imaginaron que los primeros eran probables secuestradores y que los segundos quizás unos asesinos.

En apoyo de los del Chevy llegaron tres patrullas debidamente balizadas (colores y emblemas de la PF), con los otros diez federales (también debidamente uniformados) que se sumaron a la persecución y desde donde siete efectivos dispararon a la camioneta.

Cuando, imposibilitada de circular, se detuvo la camioneta y descendió uno de los “instructores” gritando, el jefe de los policías dio la orden de cesar los disparos y los demás lo obedecieron, llevaron a los dos heridos en una de sus patrullas al hospital y en el trayecto la interceptó una ambulancia, adonde fueron subidos para que fueran atendidos de sus heridas.

Ningún policía, pues, huyó. Eran los mismos que habían estado con el secuestrado funcionario del INAH; se presentaron ante sus mandos y éstos los entregaron sin pataleos a la PGR.

Nada, pues, de más vehículos “civiles” ni el cuento de que los policías estaban vestidos “de paisano” y fueron entregados con uniforme para engañar a nadie.

LIMPIEZA DE LA ESCENA

En medio de la persecución y la balacera, el capitán de la Armada había alertado a la base cercana de lo que sucedía y llegaron los soldados de Marina.

¿Bastará con la declaración ministerial de ese capitán (que sabe que los mismos policías que dispararon a la camioneta en que viajaba fueron los que, por fortuna, cesaron el tiroteo y llevaron a los heridos a que los atendieran) para que se sustente que los arraigados hoy son responsables del delito “tentativa de homicidio”?

Es improbable: faltarían las declaraciones ministeriales de los “instructores” que se recuperan ya en los Estados Unidos.

La historia bocetada aquí la saben los implicados, no solamente de la procuraduría morelense, la Marina, la PF, el Ejército (cuando llegaron sus efectivos únicamente estaba la camioneta baleada) y la PGR, sino la propia embajada estadunidense.

Lo que ya nunca se podrá corroborar es si, como el autor de estas líneas supo desde el viernes del suceso, los de la camioneta llevaban armas largas ni si los “instructores” son en realidad “contratistas” de la CIA experimentados en cosas que alguien quiera confesar.

El dato que perturba es que los efectivos de la Marina y nadie más, para empezar el Ministerio Público Federal con su equipo de peritos en balística, se hizo cargo de la escena y levantó todas las evidencias, entre éstas todos los casquillos de bala, que sirvieran para entender mejor el capítulo Tres Marías.


Claves
Indagatoria de PGR




► La titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Marisela Morales, aseguró el pasado miércoles que una de las líneas de investigación que seguía la dependencia era la hipótesis de la emboscada.
► La funcionaria aseguró que por lo delicado del tema se reservaba en ese momento si el crimen organizado estaba detrás del ataque al vehículo diplomático.
► El diario The New York Times publicó ese día que los dos funcionarios estadunidenses heridos durante el incidente en Tres Marías sí pertenecen a la agencia de espionaje de EU (CIA).

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